¿Actuamos por y para nosotros o nos paramos a pensar en cómo puede afectar nuestro acto a alguien más?
Ese alguien más no tiene por qué ser un ser conocido, sino un ser en sí. Las personas somos personas independientemente de si somos un ser conocido para otra. Por tanto, ¿hay veces en las que me pregunto por qué determinadas situaciones que se viven dan una tremenda separación?
Estoy convencida que seguro te has cruzado, alguna vez en tu vida, con una persona con una sonrisa radiante que te vio y del simple hecho de percibir tú esa alegría, te la transmitió y así recibiste un poquitín de alegría. Un acto extremadamente simple y lleno de valor. Un acto que se podría considerar altruista sin pretensión alguna.
Igual que nos sucede cuando observamos una cara de la moneda, también existe la otra cara, la cruz. El gran conocido Yin Yang. Inseparables amigos. No puede existir una parte sin la otra.
Hoy me gustaría hacer una pequeña mención a la gran importancia de nuestros actos, ya sean en forma de palabra, acciones o incluso pensamientos considerando a los demás que, como nosotros, también habitan en nuestra sociedad, ciudad, país, continente, planeta.
Para ello os propongo un pequeño y sencillo ejercicio:
¿Has probado a pararte a observar a las personas durante un breve período de tiempo? Puedes hacerlo ya sea yendo en el transporte público, caminando, haciendo cola, en un espacio abierto como un parque o la playa, etc.
Dedica medio minuto o un minuto a cada persona y aprecia en ella rasgos de la cara de la moneda. Tu atención debe estar en ella, no hay más situaciones o personas a las que dedicar ahora ese tiempo. Tu tiempo decides regalárselo e invertirlo en descubrir y experimentar desde el juego.
Llegarás a apreciar rasgos que en otras circunstancias te hubieran resultado imperceptibles. Rasgos que no hubieras identificado si no hubieses dedicado unos escasos segundos de tu tiempo a observar plenamente a esa persona.
Después de este ejercicio estoy convencida de que la posible etiqueta inicial que habías colgado a esa persona se ha cambiado una vez acabado el ejercicio. Y es que, ahora has visto una cara que puede que estuviese tras esa falsa cruz inicial. ¿Por qué?
Son dos factores principales que aquí intervienen:
1) Falta de observación. Vamos con tantos quehaceres y creyentes de faltos de tiempo que vamos absortos en el run-run de la locomotora interna. Ello nos impide que podamos ver todo lo que nos rodea y de lo que formamos parte.
Haz el mismo ejercicio de pararte y únicamente observar durante unos segundos, por ejemplo, una flor. Y después de ello, volvemos a hablar.
2) Las personas que no son conocidas no se identifican como propias personas. Son personas desconocidas y por ello no apreciamos que lo que yo haga le puede afectar directamente a ella. Porque desgraciadamente de alguna manera no importa lo que le suceda.
Lo resumiría como anteponer lo de uno, mirando el propio ombligo sin levantar la vista hasta el basto horizonte.
Me gustaría trasladar que no existen separaciones posibles entre unos y otros.
Sí, uno tendrá una casa más grande que otro, otro tendrá un coche que el otro no, etc, etc.
Fíjate que todo parte de un tener material. Y yo me pregunto qué hay del tener emocional. Más allá de esa casa o ese coche, ¿te has preguntado alguna vez qué tiene esa persona para ofrecerte?
¿Por qué separarnos?
Evidentemente, no podemos tener una relación de amistad o familiar con todas las personas de este planeta. Ahora bien, sí que podemos colaborar unos con otros.
Ayudándonos con cosas muy simples, en las cuales radica gran parte de la magia de la vida, aunque se tilde como desconocida a esa persona: dibujarle una sonrisa, abrazar de corazón, acercarle ese artículo que aquella persona está intentando alcanzar sin éxito, orientar a esa persona que no encuentra la calle que busca, brindar un buen día o hablar con comprensión sin necesidad alguna de gritar, por ejemplo.
Cosas sumamente simples que hacen que se vayan sembrando semillas de comprensión y sumar así entre todos a subir los estados de ánimo conjuntos. Que bien conocida es la diferencia entre momentos de felicidad y otros de estrés o incluso rabia.
¿Te has preguntado alguna vez cómo sería si se diesen estas pequeñas cosas que te comento en un día cualquiera de tu día a día? Dime sinceramente si no sería todo un regalo para caminar a gusto y con alegría.
Os animo a observar a esas personas conocidas a sembrar semillas de felicidad y sin expectativa alguna pararse a observar la magia que la vida nos ofrece en forma de pequeños gestos.
Si queréis realizar un trabajo en profundidad, os recomendamos probar la práctica del Chi Kung, ya que desde ahí se lleva una escucha interna con total conexión con nuestro entorno. Además se trabaja individualmente respetando el ritmo y la armonía del grupo.
Mónica Larruy – 22/06/2017
Dejar un comentario