El sistema inmune y el sistema nervioso

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El sistema inmune se activa principalmente de noche, cuando el cerebro está apagado y no puede tomar decisiones. Mientras el sistema neurológico se activa de día. Si ambos funcionan bien, se generará un ritmo armónico entre ellos.

Si la persona está sana, los recursos se priorizan para inmunología, ya que el cerebro tiene sus mecanismos a través de neurotransmisores y hormonas para inhibir la inflamación del sistema inmune. Pero cuando se cambian las prioridades y la inmunología requiere mucha energía; inflamación o infección no resuelta, el cerebro deja de tener las riendas. A partir de aquí, el proceso se puede complicar mucho. Ello es debido al mecanismo de la insulina.

Cuando está el azúcar y la insulina alta, se puede estar generando resistencia a la insulina. Aquí hay que saber que la inmunología es 100% de glucosa, es decir el sistema inmune requiere de insulina para poder funcionar, es insulinodependiente.

Patologías en las que se ha desarrollado resistencia a la insulina o hiperinsulinemia, estará determinada por una inflamación de bajo grado crónica. El baremo de insulina alta en sangre es indicativo de inflamación. 

La neurología, por su parte, no es insulinodependiente. Si hay funciones dependientes a la insulina, pudiendo generar resistencia de insulina en el cerebro provocando un montón de problemas en la resolución anímica y psíco-anímica de adaptación en el entorno.  Si este fuese el caso, que la persona generase resistencia a la insulina a nivel cerebral, se estaría produciendo una inflamación  en el cerebro, en el sistema vagal, ventral, y también a nivel digestivo.

Hay ocasiones que se puede observar en personas muy delgadas y con un vientre muy prominente. Ello es seguramente resistencia insulina central. El cerebro está intentando inflamar en el vientre para que no entren “bichos” hacia el cerebro. Ello es diferente a cuando se ganan kilos en todo el cuerpo, sería más una posible inflamación periférica pero no del cerebro.

Cabe mencionar una hormona denominada como hormona de crecimiento que se produce en el hígado y en el hipotálamo. En el hipotálamo se genera la primera, la cual va a indicar el ritmo pulsátil de regeneración; a qué ritmo se van generando las otras hormonas. La hormona de crecimiento va a determinar quién se tiene qué regenerar o crecer. Pero quién va a hacer que crezca, es la insulina.

Pongamos ahora un ejemplo. Imaginemos que tenemos un proceso de inflamación constante. Ello conlleva un secuestro de insulina. Comienza a haber unos niveles de insulina más altos, haciendo resistentes a la insulina a todo el resto del organismo para que la inmunología se quede con ella. ¿Qué sucede entonces? En sangre hay mucha insulina y algunos tejidos son sensibles a la insulina (los que no son muy caros de consumo de energía). El hecho de que estos tejidos sean sensibles a la insulina, indica que éstos siguen “comiendo” y creciendo. Este puede ser el principio de la aparición y crecimiento de una estructura en un lugar que no debería. Por ejemplo, un pólipo.  Esto nos indica que para crecer debe haber comida; insulina y un proceso de inflamación no resuelto.

Para que se pueda comprender, vamos a ver un ejemplo práctico: nos damos un golpe en la rodilla. Ante esta situación, debido a la inmunología se inflama y se acumula líquido. En un inicio, hay “fiebre local”. La rodilla está muy caliente y muy dura. Si esta inflamación no se resuelve, seguirá inflamando y doliendo. Al final, con el tiempo, no dolerá tanto pero continuará la inflamación por imposibilidad de resolver. De forma que, dejará de ser una inflamación de líquido sin más a comenzar a densificarse, por ejemplo, se vuelve quiste, imposible ya de drenar. Para poder producir toda esta respuesta orgánica local, la insulina está interviniendo porque la está usando la inmunología para tener energía para producir todo el proceso. 

Tal como indicábamos previamente, cuando existe una inflamación crónica, pueden aparecer nuevas estructuras en lugares que no toca. Por ello, cuando se trata de aparición de pólipos hay que tener siempre presente esta inflamación de bajo grado mantenida de fondo, de cara al tratamiento. 

Ahora bien, hay algunos tejidos sensibles a otras hormonas que también estimulan el crecimiento. Por ejemplo, los tejidos sensibles a los estrógenos: pecho, ovarios, matriz y colon. De forma que si la persona está sufriendo un estrés alto o bien se está generando más estrógenos de lo habitual, puede suceder que el hígado no sea capaz de degradar estas hormonas a tiempo, las deriva a la periferia comenzando en estas zonas a crecer estructuras como los pólipos. 

Pero, volvemos a insistir, para que ello ocurra puede llevar un estrógeno que induce al crecimiento pero no significa que pueda crecer si no hay insulina para que abra las puertas para proporcionar energía para que crezca. En estos procesos, el cerebro en neurología está fracasando. Así sería como funciona el sistema inmune y nervioso. 

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