Muchas veces se sueña o se piensa que cuando yo esté bien, entonces el resto ya estará bien o se arreglará. Pero hasta que ese momento llega, estoy afirmando que no estoy bien. ¿Qué hago entonces? El futurible del llegará… Un futuro que se tiende a anhelar, donde todos tus “problemas” actuales desaparecen. Sin embargo, porque tienes que esperar a ese momento incierto e incuantificable… ¿Y si es toda una vida?
Vamos a actuar desde el momento presente, y ya iremos viendo qué forma va tomando ese futuro. ¿Te parece? ¿Empezamos? Para ello, me gustaría compartir hoy contigo los regalos que tenemos en nuestra vida y recordarte el valor de las pequeñas cosas. Regalos que no existe dinero en el mundo para pagarlos, y a los cuales no siempre se les da el valor y el lugar que merecen.
Bien es cierto que aunque el dinero viene y va, es algo que no guardamos en nuestro corazón. Son únicamente esas cosas que vivimos que hacen vibrar e iluminar nuestro corazón las que realmente perdurarán en nosotros, hasta el infinito y más allá 😉
Los regalos que os comento no se pueden comprar en grandes almacenes, ni en supermercados, ni en tiendas. No están expuestos ni situados en ningún mostrador o estand ni están encerrados en una vitrina. Son regalos que nos pueden ofrecer ya sea tanto personas desconocidas como conocidas. Son regalos que podemos sentirlos intensamente. Esos regalos son el valor de las pequeñas cosas, las maravillosas experiencias que nos vamos encontrando paso a paso en el camino de la vida. Cada día transitamos y avanzamos por ese camino, tomando nuevas rutas y senderos, y como tal todo lo que podemos ver y sentir es gratamente maravilloso para nosotros y por ende para nuestro cofre del tesoro: nuestro corazón.
Son regalos que se escapan de formas preconcebidas. Pueden ser muy diferentes, aunque transitemos siempre por el mismo camino. ¡Están ahí! Basta en no ir corriendo, en liberarnos y saber gestionar el estrés, para poder apreciarlos. Olvídate del cómo y el cuándo, pues no existe respuesta para ellos. Simplemente, ábrete en tu día a día a ir con suavidad para poder ver todos esos maravillosos regalos y lo más importante, sentirlos.
Os comparto ahora ejemplos de esas pequeñas cosas que la vida nos regala, que muchas veces nos conviene recordar:
- Hablar con alguien sin pre-ocuparte por el tiempo. Verás matices y obtendrás regalos que de otra manera se escaparán por alto.
- Disfrutar de la comida. No importa el lugar o lo que comemos. Es lo de menos. Sino en saborearla plenamente. Se descubren sabores, e incluso puedes viajar en el tiempo al vincularla con alguna situación tierna y amorosa vivida con anterioridad.
- Ir caminando y encontrarte corazones. En mi caso, me encuentro muy a menudo pegatinas, dibujos, camisetas, bolsas… que “casualmente” tienen pintado un corazón.
- Abrazos y besos que alimentan el alma.
- Observar el cielo, respirar el aire fresco, oler el olor a lluvia, escuchar a un niño reírse a carcajadas (la risa tiene múltiples beneficios para la salud) y esa risa contagiarse, observar la ternura entre una pareja anciana…
Todo ello es visto desde situaciones a veces en las que tú no eres quién está realizando esa acción, sino que eres el observador. Junto con ellas, en tu día a día acontecen muchas situaciones en las que TÚ eres el protagonista. Ahí podrás guardar esas situaciones que te alimentan y nutren. ¿Te animas a caminar sintiendo en el camino de la vida? Si aún así te cuesta tomar consciencia de las pequeñas cosas que nos ofrece la vida, te recordamos que esta semana comenzamos un magnífico taller de gestión del estrés y las emociones, al cual todavía estás a tiempo de apuntarte y disfrutar de un buen rato con nosotros.
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