“No hay deber que descuidemos tanto como el deber de ser felices” – Robert Louis. ¡Qué gran verdad! Cuantísimo nos ocupamos de hacer y hacer en nuestro día a día, olvidándonos en muchos casos de ese tiempo vital para nosotros. No es cuestión de culpables, sino de prioridades. Y es que te tengo una mala noticia: SIEMPRE van a haber cosas por hacer; trabajo, quehaceres, obligaciones,… Un sinfín que obviamente no tiene FIN a menos que dictaminemos lo contrario. Porque podemos desear hacer por y para los demás este sinfín que comentábamos, sin embargo ¿dónde quedo yo? Es decir, ¿cómo me valoro? ¿Cómo me nutro? ¿Cómo me relaciono conmigo mismo? Son preguntas que te lanzo, con la intención de que no nazca una respuesta inmediata sino una respuesta desde la observación en quietud y en calma. Por ello hoy quiero hablaros de cómo ser feliz con uno mismo.
Y es que antes de poder ofrecer a los demás, debemos estar nosotros llenos. Debemos ser feliz con uno mismo. Si estamos vacíos o semi vacíos, ¿cómo podemos ofrecer hacia los demás? O mejor aún, ¿te imaginas qué sucedería si tú internamente te sientes pleno? ¿Te imaginas todo lo que podrías brindar a los demás? Te aseguro que no tendría comparación posible.
Es básico y necesario el que nazca un compromiso con uno, un compromiso de estima, un compromiso de unidad. Estos pilares pueden ser construidos si se parte de momentos de quietud, de silencio, de calma. Momentos en que puedas estar contigo, momentos en que puedas escuchar lo que realmente tu cuerpo te está diciendo, momentos en que no haya nada más importante que tú. No caigamos en este punto en trampas de egoísmo. Se trata de concederse amor propio. Semillas de amor que únicamente uno mismo puede regar y cultivar para que puedan llegar a florecer. Semillas que brindan unos frutos con sabor inigualable.
Sí, hay muuuchas cosas para hacer en el día. Sin embargo, ¿hay algo acaso más importante que tú? ¿Algo más importante que tu bienestar? ¿Algo más importante que tu felicidad? Cada uno de nosotros debemos ser responsables de cada uno de estos valores. Desde fuera se puede colaborar en la construcción, sin embargo el material base para llevarlo a cabo reside en cada uno. No es necesario invertir grandes cantidades de tiempo, sino un tiempo que te sea cómodo y holgado en tu día a día para que puedas estar plenamente contigo.
A ello habría que sumar lo que ya en más de una ocasión he ido comentando. Y es que personalmente me es imprescindible llevar unos ritmos de uno a uno – primero una tarea y luego la siguiente, evitar ir saltando entre medios que puede dar pie a llegar a ser como pollo sin cabeza corriendo en el gallinero jejeje. Entre estos ritmos me concedo momentos de parar los cuales me permiten el tener una perspectiva de claridad. Ante estos momentos, se hace también necesario espacios de silencio, sin importar que sean más grandes o pequeños en el tiempo. Simplemente, que poco a poco estén presentes.
Es desde estos tiempos para uno, donde todo toma un color muy diferente al habitual. Puede ser negro o gris según el transcurso del día, y de tantos quehaceres sin ni siquiera ser consciente de lo que uno ha hecho o dejado de hacer. Desde este lugar, se pasan por alto multitud de detalles maravillosos que van aconteciendo en nuestra vida. Nos obcecamos en hacer, y nos olvidamos de nosotros. Nos perdemos sin encontrarnos.
Dado que arrancamos nuevo año, te lanzo la siguiente propuesta: ¿qué te parecería ser un poquito feliz cada día? No te pido que experimentes una felicidad al 100%, pero sí que en tu día busques instantes de felicidad. Instantes en que nazca una sonrisa, más grande o más pequeña. Poco importa. Instantes que disfrutes siendo la persona que eres. Instantes donde no te recrees en el pasado o en lo que está por llegar, sino que simplemente vivas lo que estás viviendo en presencia de reconocerte tal y como eres. Reduciendo los juicios, las etiquetas, el bueno y malo. Simplemente desde un lugar más neutro, desde un lugar de comprensión.
Seguro estarás pensando: sí Mónica lo que tú digas, pero la vida nos trae momentos que no son agradables, ¿cómo ser feliz con uno mismo entonces?
La felicidad no se persigue, es un estado. Ese estado que si yo estoy bien conmigo, ello se irradia hacia el exterior. En mayor o menor medida, según la vivencia que podamos estar viviendo. La felicidad no se trata de un estadio de éxtasis de subidón constante. Se trata de un estado Wu Wei “hacer sin hacer haciendo”. Sin forzar, sin esfuerzo/sacrificio, creciendo. Simplemente siendo, para así estar plenamente vivos.
Son muchos los caminos que pueden llevarnos a re-encontranos con nosotros. En mi caso, a través de una fuerte lesión dio pie (y nunca mejor dicho) a tomar conciencia de la vida que estaba viviendo, en relación a lo que realmente creía que era y tenía. Y además, darme cuenta de que realmente había un inmenso vacío interno. De esa situación que podríamos tildar de desagradable, agradezco cada día la oportunidad de haberme abierto tanto los ojos para verme y ver la vida que realmente quería.
Que no cunda el pánico! No siempre son necesarios traumatismos para tomar conciencia jajaja Hay maneras mucho más dulces de realizar ese camino. Y múltiples los caminos a transitar. Simplemente quería compartirte mi ejemplo. Pero que no te sirva de ejemplo, sino más bien tómalo como una oportunidad de ver cuáles son los pasos que te gustaría dar para ir hacia ese camino que late con fuerza en tu interior, ese camino hacia ti y para ti.
Desde El camino de Tanit te acompañamos de múltiples maneras en este camino de conciencia y presencia hacia ti, ya sea de manera individual o grupal. No dudes en contactarnos para informarte de nuestras terapias naturales y servicios.
¡Haz de este año la oportunidad de re-encontrarte y ser feliz!
Mónica Larruy Carrete – Enero 2020
Dejar un comentario