Estamos en un mundo en que las prisas son una constante y el creer llegar siempre tarde a todo está a la orden día. A veces, corremos sin ni siquiera plantearnos por qué estamos corriendo, y si realmente necesitamos correr. Es algo que nace como una respuesta automática ante el ritmo frenético del día a día.
Vamos corriendo y nos repetimos a nosotros mismos la típica frase de “no tengo tiempo” o “no me da la vida”. Y es que, todo pasa por delante de uno sin llegar a pararse y evaluar cuáles son las prioridades. Pues dentro de estas prioridades debería estar siempre presente una: YO.
¿Dónde quedo yo y lo que me apetece/quiero hacer en el día?
No se trata tanto del tiempo, sino de prioridades. Si el día tuviera 48 horas, aún pensaríamos que nos falta tiempo. La realidad es que SIEMPRE van a haber cosas por hacer, SIEMPRE va a aparecer algún imprevisto. Sin embargo, dentro de esas tareas e imprevistos se deben reconocer cuales son las prioridades de uno, para así no dar la respuesta automática hasta ahora conocida: CORRER y NO PARAR. Por ello, también es importante gestionar bien el tiempo, si queremos evitar generarnos estrés en ocasiones nosotros mismos.
Es prioritario poder parar con breves pausas a lo largo de la jornada. Así, evitaremos ir con la quinta o sexta marcha puesta a lo largo del día y llegando con el mismo ritmo a la noche, momento que debería ser de descanso reparador pero que difícilmente lo será si no se consigue rebajar el ritmo de esta marcha a lo largo del día.
Cuando digo hacer pausas a lo largo del día, no se trata de retirarte a una montaña a meditar, sino que dentro de la jornada laboral y de tu día establezcas breves instantes de pausa de 2-3 minutos dónde puedas parar lo que estés haciendo y te concedas ese tiempo para respirar, ser consciente de tu caminar, poner atención a tu cuerpo, escuchar cómo te encuentras emocionalmente… Se trata de llevar la atención hacia uno, apaciguando el ruido frenético de la mente y del ruido externo que recibimos con numerosos inputs. Desde ese silencio y la quietud se consigue:
- Rebajar la marcha establecida como automática.
Con ello facilitamos que el sistema nervioso no esté en un constante estado de alerta (consciente o inconscientemente).
- Obtener mayor claridad en la mente.
Frecuentemente al correr e ir haciendo sin parar, llega un momento en que uno se siente congestionado mentalmente. El run-run mental puede incluso generar cefaleas o migrañas.
- Escuchar al cuerpo y escucharse a uno.
Pareciera ser que hasta que no aparece un dolor agudo todo está bien. Muchas veces no es así y es que el dolor no suele aparecer de hoy para mañana sino que suele llevar un tiempo ya cultivándose. Y es que el dolor es una de las manifestaciones más agudas que tiene nuestro cuerpo de indicarnos: PARA, DESCANSA, CONCÉDETE TIEMPO PARA TI, CAMBIA QUE POR AHÍ NO VAS BIEN, etc.
Cuán importante es que seamos conscientes de cómo estoy; física y psíquico-emocionalmente para así poder atender a las necesidades que tengo. Si uno no es consciente de cómo está difícilmente uno podrá implantar cambios para mejorar su situación, pues pareciera ser que todo está bien. ¿Seguro? ¿Cómo de tenso está tu cuerpo? ¿Cómo te sientes? ¿Qué necesitas? ¿Estás a gusto contigo? ¿Y con tu entorno? Son algunas muestras de preguntas que difícilmente uno se plantea por qué generalmente uno no se concede estos pequeños espacios de tiempo para explorarlas.
Considero que la vida está pensada para que podamos estar lo más a gusto posible. Pero frecuentemente, al dejarnos llevar por el piloto automático, perdemos con facilidad el norte de hacia dónde se quiere ir realmente, o qué se quiere realmente hacer.
En un momento u otro de la vida uno se pregunta ¿Quién soy yo? Y es que, nadie nos enseñó a conocernos y a explorar en nuestro interior. Pareciera ser que lo de fuera es y está mucho mejor que yo, porque no soy capaz de reconocer la hermosura y grandeza que reside en mi interior. Sin embargo, el camino de autoconocerse está abierto en todo momento, independientemente del momento de vida en el que nos encontremos, y de la edad que tengamos. Cada uno tiene su momento para adentrarse en ese proceso. Y bien te aseguro que en el momento en que te vayas reconociendo verás como muchos patrones que creías te definían, no son realmente así.
Hasta ahora los patrones conductuales han sido mecanismos que te han permitido sobrevivir, como buenos animales que somos, hasta el momento actual. Sin embargo, ello no implica que tu verdadero yo sea ése. Generalmente, se esconde debajo de capas y personajes establecidos hasta ahora. Uno de esos patrones es el de correr, no parar, y el hacer y hacer, casi casi sin fin.
Son muchos los motivos que nos han llevado hasta este momento, sin embargo lo importante no es tanto el por qué, sino si estás dispuesto y deseoso de hacer el cambio. De ser así, el camino acaba de comenzar y desde El camino de Tanit te ayudamos a partir de varias herramientas, entre ellas desde la gestión emocional. La gestión emocional es uno de los pilares de nuestro bienestar diario. Esta te ayudará a controlar las prisas y el estrés, así como alcanzar la plenitud.
¡Feliz caminar, sin prisas! 😉
Mónica Larruy Carrete. Noviembre 2021
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